Las lágrimas se
acaban
¿Una niña pequeña? No. Lo siento. No recuerdo haber visto
ninguna con esa descripción... ¿Ya preguntó en donde las monjas? Ellas suelen
recibir casos como el que menciona, no hay otro por aquí aunque...En ése mismo,
el orfanato de la calle M... se decía que ocurrían cosas extrañas. Cuentan los
más enterados que el año que recién acabó murieron allí cinco niños de los
cuneros en menos de un mes. Dicen también que, horas después del último deceso,
vieron a un nutrido grupo de monjas de la institución afuera gritando algo
sobre un demonio. Un único niño, varoncito, de unos once años, gritaba a todo
pulmón sujetado por dos monjas, mientras las otras lanzaban agua bendita a la
calle vacía.
Sí,
vacía. Yo no recuerdo haber oído que mencionaran haber visto nadie en la calle... Corren los rumores
de que lo que mataba a los bebés era un demonio, un fantasma o algo así.
Después de lo que le acabo de contar, no volví a saber de ninguna otra cosa
así. Lo juro por Diosito que me mira. Realmente debió ser alguna maldición o
algo y las mismas monjas le pusieron fin y salvaron al resto de los niños... Lo
curioso, dicen, es que las cinco criaturas que fallecieron estaban ya
enfermitas o muy maltratadas. Pero de eso a morirse tantas en un mes... Nunca
había pasado, hasta donde sé...
Al
día siguiente pasé por allí hacia la panadería y me encontré en el suelo un
pequeño rosario hecho de hilo de colores reventado de un jalón. Oí un llanto y
me asomé al jardín del orfanato, donde vi sentado a un niño. Debió ser el del
que me habló la vecina, al que sujetaban las monjas. En cuanto se dio cuenta de
que lo veía y vio el rosario, me lo pidió. No
me pude negar. Era muy amable y me lo agradeció mucho. Oiga ¿y si le pregunta a
él? No creo que se niegue y, viviendo allí, seguro que le ayuda a encontrar a
la niña que busca. Con tanto escuincle, luego las monjas no ubican a uno en
particular... Creo que el pequeño ése que le digo se llama Rodrigo...
...
La noche cae sobre una zona apenas habitada, al pie de
un sólido cerro, donde empieza el área de construcción de una unidad
habitacional, todo lleno apenas de obra negra y alguna que otra pared a medio
empezar.
El
aire está helado y, sin embargo se ve caminando entre las futuras casas a una
niña pequeña sin suéter, blusa escolar delgada y blanca con una faldita
tableada azul oscuro y unas sandalias negras sucias sobre unas tobilleras
raídas y grises de polvo. El brazo derecho va colgando a su lado por el peso de
una escayola que le cubre desde el codo y de donde apenas asoman las puntas de
los deditos azules de frío. En el brazo bueno lleva un jarrón de barro grande,
por la boca de éste asoman unos cabellos color castaño y los gorgoritos serios
de un bebé. La niña los escucha con una expresión que mezcla sorpresa y
gratitud.
—No
recuerdo haberte escuchado balbucear tanto nunca, Paco. Jamás. Me parecía que
no sabías hacerlo... —mira a su alrededor, buscando en la oscuridad— ¿Dónde
está Quique? No lo veo... ¡Quique, Quique, no te veo! ¿Dónde andas? ¡No te
alejes!...
Se
escucha un aleteo por encima de la niña y luego le cae encima un suéter azul marino
bastante dañado.
—
¡Quique, no! ¡Póntelo, hace frío! —grita la niña.
—
¡No! —grita una vocecita brava. Un niño más moreno sale de detrás de un montón
de ladrillos: Lleva un taparrabo gris como única vestimenta y en la espalda le
nacen unas alitas cubiertas de plumas grises de aspecto un tanto graso. En la
mano lleva un largo trozo de cuerda ruda y áspera. Realmente no parece tener
frío. Luce hosco.
— ¡No
es de que quieras! —dijo la niña con el suéter en la mano buena, con el jarrón
entre la otra y su pecho, acercándose al pequeño paso a pasito, como si fuera a
echarle una red encima.
El
niño lo prevé: agarra el mecate firmemente con la derecha y lo recorre con la
izquierda. Saltan chispas eléctricas con el roce. Entorna los ojos amenazantes.
Ella se detiene y suspira exasperada.
—
¡Órale, haz lo que quieras! —resopla.
El
escuincle se lo toma literal y blande el mecate como látigo. La niña apenas y
alcanza a soltar la prenda y apartarse antes de que sobre ésta caiga una
descarga que incendia el suéter.
La niña abre la boca para decir algo, pero se lo
piensa mejor, el calorcito de la pequeña hoguera es agradable y reconfortante.
Deja un momento el jarrón cerca del fuego y se aleja para regresar después de
un instante con una escoba de popotillo rota, algunos costales de cemento
vacíos y unos trozos de tablas para mantener las llamas encendidas. Se sienta abrazada a sus rodillas con los
pies cerca del fuego. Recupera poco a poco parte del color.
La
noche oscurece y enfría aún más. La pequeña, sin embargo, hacía rato que se
había dejado caer sobre un costado y dormitaba exhausta. El jarrón estaba
volcado y, acurrucado entre la niña y éste, había un bebé más pequeño que el
del mecate. Estaba despierto chupándose el dedo, alerta de cualquier sonido. El
otro, por su parte, alejado de los otros dos, revoloteaba torpemente, aun
aprendiendo...
Un
par de luces blancas grandes, se acercan poco a poco. Se oyen voces femeninas:
una de impecable articulación y acento español. La otra, todo lo contrario,
que, además, habla en náhuatl por momentos. Discuten indescifrablemente. Callan
al ver al extraño trío en semejante lugar.
—
¡Virgen Santísima! —dice la letrada.
—
¡Ah, chingá! —dice la no tanto.
La
pequeña se levanta de un salto, toma a su hermanito y sale del círculo de luz.
Bufa como un gato enfadado.
—
Encantador angelito —murmura con sarcasmo la voz letrada. Al entrar en el
círculo de luz de la hoguera, la luz difusa se aclara, revelando que se trata
del fantasma de una mujer joven, guapa, delgada, vestida totalmente de blanco,
muy elegante y antigua. La última moda de hace doscientos años entre la clase
alta...
— ¿Y
q´sperabas? La chamaca ya la pasó bastante mal ´sta horita... —la otra también
se revela con la luz del fuego: una Adelita vestida de blanco, sacada de plena
independencia, nomás le faltaban las carrilleras, el fusil y el sombrero.
Caderas anchas, pechos grades, regordeta y de aspecto dulce. Se acercó a donde
había desaparecido la pequeña y se inclinó un poco extendiendo la mano—.
Calmadita nénetl, no te vamos a hacer nada malo, ven, ándale. Yo soy de las
buenas, me llamo Juana, soy cihuanteteo... Yo... ¡uau! —la niña le tiró un
golpe con su yeso a la mano extendida atravesándola, bufó de nuevo y echó a
correr.
—
¡Quique, vamos! —gritó. El pequeño miró primero a su hermana, luego a las
mujeres, se dio cuenta que eso eran y finalmente salió volando tras su hermana,
espantado.
—
¿Qué les pasa? No iba a hacerles daño... —susurró Juana con aspecto dolido.
—
Pues ya lo ves. Se comprueba lo que te vengo diciendo desde hace un siglo:
todos están loquitos, sin remedio y sin excepción... Pero —agregó palmeando la
espalda de su compañera— , el pequeñito no puede ir muy lejos sin su
instrumento.
Paquito
había dejado su jarrón junto al fuego.
Un rato más tarde a
la pequeña se le acabaron las fuerzas para seguir corriendo. Se encontraban al
pie del cerro y allí encontraron una pequeña cueva formada por una gigantesca
tubería de concreto quebrada hace mucho tiempo y en total desuso. Tenía
grafitis de piso a techo y basura diversa cubría el fondo. No estaba tan bien
como cerca de la fogata, pero ya qué...
Ahora
sí estaba exhausta y era muy tarde. Despejó de vidrios un pedazo de suelo y se
desplomó dormida, abrazada de Paco.
No
pasó mucho rato, desgraciadamente, hasta que se vio bruscamente levantada por
una mano fuerte y voz agresiva. Estaba tan cansada y había estado tan dormida
que no entendió de principio todo lo que se decía:
—...
Mira nomás que güevos, méndiga zarrapastrosa, de venirte a meter en nuestro
refugio de hoy...
Eran
un chico y una chica que le sacaban bastantes años. No había ni asomo de
auténtica humanidad en ninguna de las miradas que se le clavaban encima...
—
Mira nomás... O lo que tenemos aquí es una cihuanteo muy chiquita, o un tlaloquito
sin alas —dijo él.
— Pos
se me figura de algo... —murmuró ella. Pensó un segundo y luego, mientras la
pequeña jalaba a los tlaloques a sus espaldas, la muchacha grande se acordó— :
Ah, ya lo tengo, es de la que hablaban algunas otras damas blancas: nuestra
nueva coleguilla...
Su
sonrisa era todo menos cálida, o amable ni tan siquiera un poquito amistosa.
— Lo
que nos faltaba: otra más pa´ partir las migajas... ¿Quién te manda vivir
jodida?
…
—La niña que busca
no está aquí, señor. No tenemos ninguna con las señas que dice. Conserve la
calma. Es probable que la tengan en otra casa hogar o que… ¡Caramba, no tiene
que usar ese tono! Si se le dice que no está aquí, es que no está y ya y haga
como quiera… ¿Qué le dijo quién…? Ay, señor, sea realista: Los niños y niñas
que nos llegan han pasado por muchas cosas, la mayoría harán y dirán lo que sea
por llamar la atención e incluso por conseguir un hogar, hasta el centradito de
Rodrigo… Echar nosotras, NOSOTRAS a una criatura a la calle, a su suerte… Eso
sí que es una locura, una insensatez. Me parece que Rodrigo ha leído demasiadas
historietas y cuentos de hadas. Habrá que corregir eso… Nosotras nunca le
negaríamos cariño y protección a una criatura en las condiciones que dice, eso
se lo juro por Dios que me mira...
…
Y aquí termina la
historia de la vida de Jacinta y empieza el camino del cazador por su presa…
Les recuerdo que sólo es un SEGMENTO del capítulo completo.
Comento además que a las cihuanteteo Juana y Elena las vamos a ver mucho por aquí.
Juana es una indita lindísima, como un gran bombón de chocolate... Elena no es mala, nomás, igual que Juana, se porta de acuerdo a la educación que recibió cuando vivía y es más reservada (por no decir un poco reprimida *tos*)
También pueden preguntarles cosas a ellas en entrevista. Saben mucho y han experimentado mucho en doscientos años.
Por hoy lo dejo aquí y creo que los vuelvo a "ver" hasta el 26 de diciembre al menos.
¡Feliz Navidad! Ojalá y reciban algo bonito, necesario y de su gusto. Yo en el intercambio del trabajo recibí una agenda de Chococat ¡que me encanta! (tanto que casi olvido darle su regalo a la persona que me tocaba darle o///o) Falta ver qué me toca en el intercambio familiar y espero que mi regalo le guste a su destinatario.
¡Buenas noches, Felices Fiestas, los amo mucho!