jueves, 26 de diciembre de 2013

¡+ de 2000 visitas!

No puedo creer que ya lleve tantas visitas al blog. Pocos comentarios, pero muchas visitas, eso es lindo. Y me gusta más saber que, aunque no haya muchos comentarios en el blog, me hacen muchos comentarios en persona o en las redes sobre el tema. Eso es lindo.
Tengo un buen amigo en el mercado de Jamaica que es ciego, su nombre es Jesús y siempre me está dando buenos consejos y a quien también le llama bastante la atención mi historia, pero no tiene alguien que se la lea, así que, de ser posible, pronto voy a grabarla en audio con mi voz, tanto para dárselas a él y también las subiré aqui o pondré el enlace a mi cuenta de youtube.
Mientras eso pasa, seguiré trabajando en el siguiente capítulo de la historia, llamado "El fantasma en el lago". 
El post de hoy es cortito, nomás era esto que quería compartirles.
¡Felices fiestas y recuerden que los quiero! Gracias por seguirme leyendo.
 

lunes, 23 de diciembre de 2013

"Las lágrimas se acaban" Segmento de capítulo 2



Las lágrimas se acaban

¿Una niña pequeña? No. Lo siento. No recuerdo haber visto ninguna con esa descripción... ¿Ya preguntó en donde las monjas? Ellas suelen recibir casos como el que menciona, no hay otro por aquí aunque...En ése mismo, el orfanato de la calle M... se decía que ocurrían cosas extrañas. Cuentan los más enterados que el año que recién acabó murieron allí cinco niños de los cuneros en menos de un mes. Dicen también que, horas después del último deceso, vieron a un nutrido grupo de monjas de la institución afuera gritando algo sobre un demonio. Un único niño, varoncito, de unos once años, gritaba a todo pulmón sujetado por dos monjas, mientras las otras lanzaban agua bendita a la calle vacía.

            Sí, vacía. Yo no recuerdo haber oído que mencionaran haber  visto nadie en la calle... Corren los rumores de que lo que mataba a los bebés era un demonio, un fantasma o algo así. Después de lo que le acabo de contar, no volví a saber de ninguna otra cosa así. Lo juro por Diosito que me mira. Realmente debió ser alguna maldición o algo y las mismas monjas le pusieron fin y salvaron al resto de los niños... Lo curioso, dicen, es que las cinco criaturas que fallecieron estaban ya enfermitas o muy maltratadas. Pero de eso a morirse tantas en un mes... Nunca había pasado, hasta donde sé...

            Al día siguiente pasé por allí hacia la panadería y me encontré en el suelo un pequeño rosario hecho de hilo de colores reventado de un jalón. Oí un llanto y me asomé al jardín del orfanato, donde vi sentado a un niño. Debió ser el del que me habló la vecina, al que sujetaban las monjas. En cuanto se dio cuenta de que lo veía y vio el rosario, me lo pidió.     No me pude negar. Era muy amable y me lo agradeció mucho. Oiga ¿y si le pregunta a él? No creo que se niegue y, viviendo allí, seguro que le ayuda a encontrar a la niña que busca. Con tanto escuincle, luego las monjas no ubican a uno en particular... Creo que el pequeño ése que le digo se llama Rodrigo...
...

La noche cae sobre una zona apenas habitada, al pie de un sólido cerro, donde empieza el área de construcción de una unidad habitacional, todo lleno apenas de obra negra y alguna que otra pared a medio empezar.
            El aire está helado y, sin embargo se ve caminando entre las futuras casas a una niña pequeña sin suéter, blusa escolar delgada y blanca con una faldita tableada azul oscuro y unas sandalias negras sucias sobre unas tobilleras raídas y grises de polvo. El brazo derecho va colgando a su lado por el peso de una escayola que le cubre desde el codo y de donde apenas asoman las puntas de los deditos azules de frío. En el brazo bueno lleva un jarrón de barro grande, por la boca de éste asoman unos cabellos color castaño y los gorgoritos serios de un bebé. La niña los escucha con una expresión que mezcla sorpresa y gratitud.
            —No recuerdo haberte escuchado balbucear tanto nunca, Paco. Jamás. Me parecía que no sabías hacerlo... —mira a su alrededor, buscando en la oscuridad— ¿Dónde está Quique? No lo veo... ¡Quique, Quique, no te veo! ¿Dónde andas? ¡No te alejes!...
            Se escucha un aleteo por encima de la niña y luego le cae encima un suéter azul marino bastante dañado.
            — ¡Quique, no! ¡Póntelo, hace frío! —grita la niña.
            — ¡No! —grita una vocecita brava. Un niño más moreno sale de detrás de un montón de ladrillos: Lleva un taparrabo gris como única vestimenta y en la espalda le nacen unas alitas cubiertas de plumas grises de aspecto un tanto graso. En la mano lleva un largo trozo de cuerda ruda y áspera. Realmente no parece tener frío. Luce hosco.
            — ¡No es de que quieras! —dijo la niña con el suéter en la mano buena, con el jarrón entre la otra y su pecho, acercándose al pequeño paso a pasito, como si fuera a echarle una red encima.
            El niño lo prevé: agarra el mecate firmemente con la derecha y lo recorre con la izquierda. Saltan chispas eléctricas con el roce. Entorna los ojos amenazantes. Ella se detiene y suspira exasperada.
            — ¡Órale, haz lo que quieras! —resopla.
          El escuincle se lo toma literal y blande el mecate como látigo. La niña apenas y alcanza a soltar la prenda y apartarse antes de que sobre ésta caiga una descarga que incendia el suéter.

         La niña abre la boca para decir algo, pero se lo piensa mejor, el calorcito de la pequeña hoguera es agradable y reconfortante. Deja un momento el jarrón cerca del fuego y se aleja para regresar después de un instante con una escoba de popotillo rota, algunos costales de cemento vacíos y unos trozos de tablas para mantener las llamas encendidas.    Se sienta abrazada a sus rodillas con los pies cerca del fuego. Recupera poco a poco parte del color.
            La noche oscurece y enfría aún más. La pequeña, sin embargo, hacía rato que se había dejado caer sobre un costado y dormitaba exhausta. El jarrón estaba volcado y, acurrucado entre la niña y éste, había un bebé más pequeño que el del mecate. Estaba despierto chupándose el dedo, alerta de cualquier sonido. El otro, por su parte, alejado de los otros dos, revoloteaba torpemente, aun aprendiendo...
            Un par de luces blancas grandes, se acercan poco a poco. Se oyen voces femeninas: una de impecable articulación y acento español. La otra, todo lo contrario, que, además, habla en náhuatl por momentos. Discuten indescifrablemente. Callan al ver al extraño trío en semejante lugar.
            — ¡Virgen Santísima! —dice la letrada.
            — ¡Ah, chingá! —dice la no tanto.
            La pequeña se levanta de un salto, toma a su hermanito y sale del círculo de luz. Bufa como un gato enfadado.
            — Encantador angelito —murmura con sarcasmo la voz letrada. Al entrar en el círculo de luz de la hoguera, la luz difusa se aclara, revelando que se trata del fantasma de una mujer joven, guapa, delgada, vestida totalmente de blanco, muy elegante y antigua. La última moda de hace doscientos años entre la clase alta...
            — ¿Y q´sperabas? La chamaca ya la pasó bastante mal ´sta horita... —la otra también se revela con la luz del fuego: una Adelita vestida de blanco, sacada de plena independencia, nomás le faltaban las carrilleras, el fusil y el sombrero. Caderas anchas, pechos grades, regordeta y de aspecto dulce. Se acercó a donde había desaparecido la pequeña y se inclinó un poco extendiendo la mano—. Calmadita nénetl, no te vamos a hacer nada malo, ven, ándale. Yo soy de las buenas, me llamo Juana, soy cihuanteteo... Yo... ¡uau! —la niña le tiró un golpe con su yeso a la mano extendida atravesándola, bufó de nuevo y echó a correr.
            — ¡Quique, vamos! —gritó. El pequeño miró primero a su hermana, luego a las mujeres, se dio cuenta que eso eran y finalmente salió volando tras su hermana, espantado.
            — ¿Qué les pasa? No iba a hacerles daño... —susurró Juana con aspecto dolido.
            — Pues ya lo ves. Se comprueba lo que te vengo diciendo desde hace un siglo: todos están loquitos, sin remedio y sin excepción... Pero —agregó palmeando la espalda de su compañera— , el pequeñito no puede ir muy lejos sin su instrumento.
            Paquito había dejado su jarrón junto al fuego.
Un rato más tarde a la pequeña se le acabaron las fuerzas para seguir corriendo. Se encontraban al pie del cerro y allí encontraron una pequeña cueva formada por una gigantesca tubería de concreto quebrada hace mucho tiempo y en total desuso. Tenía grafitis de piso a techo y basura diversa cubría el fondo. No estaba tan bien como cerca de la fogata, pero ya qué...
            Ahora sí estaba exhausta y era muy tarde. Despejó de vidrios un pedazo de suelo y se desplomó dormida, abrazada de Paco.
            No pasó mucho rato, desgraciadamente, hasta que se vio bruscamente levantada por una mano fuerte y voz agresiva. Estaba tan cansada y había estado tan dormida que no entendió de principio todo lo que se decía:
            —... Mira nomás que güevos, méndiga zarrapastrosa, de venirte a meter en nuestro refugio de hoy...
            Eran un chico y una chica que le sacaban bastantes años. No había ni asomo de auténtica humanidad en ninguna de las miradas que se le clavaban encima...
            — Mira nomás... O lo que tenemos aquí es una cihuanteo muy chiquita, o un tlaloquito sin alas —dijo él.
            — Pos se me figura de algo... —murmuró ella. Pensó un segundo y luego, mientras la pequeña jalaba a los tlaloques a sus espaldas, la muchacha grande se acordó— : Ah, ya lo tengo, es de la que hablaban algunas otras damas blancas: nuestra nueva coleguilla...
            Su sonrisa era todo menos cálida, o amable ni tan siquiera un poquito amistosa.
            — Lo que nos faltaba: otra más pa´ partir las migajas... ¿Quién te manda vivir jodida?



—La niña que busca no está aquí, señor. No tenemos ninguna con las señas que dice. Conserve la calma. Es probable que la tengan en otra casa hogar o que… ¡Caramba, no tiene que usar ese tono! Si se le dice que no está aquí, es que no está y ya y haga como quiera… ¿Qué le dijo quién…? Ay, señor, sea realista: Los niños y niñas que nos llegan han pasado por muchas cosas, la mayoría harán y dirán lo que sea por llamar la atención e incluso por conseguir un hogar, hasta el centradito de Rodrigo… Echar nosotras, NOSOTRAS a una criatura a la calle, a su suerte… Eso sí que es una locura, una insensatez. Me parece que Rodrigo ha leído demasiadas historietas y cuentos de hadas. Habrá que corregir eso… Nosotras nunca le negaríamos cariño y protección a una criatura en las condiciones que dice, eso se lo juro por Dios que me mira...


Y aquí termina la historia de la vida de Jacinta y empieza el camino del cazador por su presa…

Les recuerdo que sólo es un SEGMENTO del capítulo completo.
Comento además que a las cihuanteteo Juana y Elena las vamos a ver mucho por aquí. 
Juana es una indita lindísima, como un gran bombón de chocolate... Elena no es mala, nomás, igual que Juana, se porta de acuerdo a la educación que recibió cuando vivía y es más reservada (por no decir un poco reprimida *tos*)
También pueden preguntarles cosas a ellas en entrevista. Saben mucho y han experimentado mucho en doscientos años.
Por hoy lo dejo aquí y creo que los vuelvo a "ver" hasta el 26 de diciembre al menos.
¡Feliz Navidad! Ojalá y reciban algo bonito, necesario y de su gusto. Yo en el intercambio del trabajo recibí una agenda de Chococat ¡que me encanta! (tanto que casi olvido darle su regalo a la persona que me tocaba darle o///o)  Falta ver qué me toca en el intercambio familiar y espero que mi regalo le guste a su destinatario.
¡Buenas noches, Felices Fiestas, los amo mucho!