sábado, 22 de marzo de 2014

Errores, cometemos todos, pero dos encadenados es mala suerte.

O buena suerte, según se vea...
Ocurre que hubo error de comunicación en cuanto al evento que se supone que era para hoy... En realida es para el próximo domingo, a partir de las 11 am.
Buena suerte es que no imprimí nada de texto, porque la neta no tengo dinero como para disponer de él de esa forma. En segundo lugar, al parecer sólo dispongo de algunos minutos para leer en voz alta, así que tengo tiempo para escoger el material. Digo, creo que acabaré leyendo Cazadora de Lloronas y Anna, porque viéndolo bien, Garzas es demasiado largo, aunque claro, no sé la opinión de ustedes...
La verdad ahorita tampoco ando demasiado creativa, pues aunque no estoy en un mar de lágrimas, sí estoy bastante alicaída, pues mi tía Rosalinda falleció el día de ayer...
Me queda de consuelo que alcancé a hablar con ella hará cosa de un mes, un buen y agradable rato.
Era una persona única que voy a extrañar mucho. Todos lo haremos. 
De tiempo a la fecha, era raro que nos encontráramos lo suficiente para hablar, lo genial era que era (al menos para mí) el tipo de persona que yo resultaba para la demás gente: escuchaba más de lo que opinaba o intervenía y eso ayudaba muchas veces... No es que no agradezca al resto de la gente con la que he hablado en todos estos años, pero hay que admitir que no todo mundo tiene el don de escuchar sin juzgar a quien habla o imponerle su opinión, cuando lo único que necesitas es que te escuchen a secas, pretendiendo aunque sea un poco de empatía...
Como digo, me siento bien por haber podido hablarle por última vez, verla... sin saberlo, despedirme. Porque sé que todos se irán tarde o temprano, yo misma lo haré algún día, se que es algo natural e insoslayable. Extrañar a los que se han adelantado no se puede evitar, pero no es el fin del mundo. La muerte, desde mi perspectiva, es un descanso, no un castigo. Es la manera de quien sea que está allá arriba de decir que ya cumplimos nuestro importantísimo papel en este mundo y que al retirarnos de escena, permitimos que cosas nuevas pasen...
Me despido por esta noche, prometiendo mantenerlos informados con respecto al maratón de lectura de la próxima semana, y les comparto un video que me encanta relacionado al Día de Muertos.
Los quiero mucho. Descansen.
 

jueves, 20 de marzo de 2014

Buenas noches, gente.

Hoy desgraciadamente no pude ir a la biblioteca a terminar "La llave mágica" como tenía contemplado, pero no me quejo: FerYo pescó una buena faringitis y traía la fiebre bastante alta. Su abuelita le dio algo de paracetamol y en cuanto la temperatura bajó, lo llevamos al doctor y va a estar tomando medicina. Mañana obvio que no va a la escuela y tendrá que tomar su buena dotación de líquidos y apapachos. 
Su tía ha estado preguntando por él todo el día (gracias, nena. Mil besos) y FerYo ha estado enchufado a la tele igual, casi todo el día, esceptuando por la larga siesta que se aventó a causa de la fiebre.
En todo caso, ya considerándolo, sí tengo ya decidido que  el sábado me voy al maratón de lectura con "Garzas", "Anna" y el prefacio de "Cazadora de lloronas", aunque claro, voy a tener que hacer un pequeño agregado explicativo sobre lo que son los tlaloques y de dónde surgen, pero será ultra-breve, para no fastidiar a los presentes más de lo necesario.
En fin, se hará lo que se pueda y si alguien puede y quiere ir, les dejo el enlace de la pequeña biblioteca "Amado Nervo". La verdad no es el mega evento del siglo, sólo unas cuantas personas leyendo en voz alta, así que con sus buenos deseos me bastan y si me es posible, subiré aquí mismo el video de lo que se lea en  la maratón (más probablemente un resumen, depende todo de la longitud de los textos que leamos todos), para que ustedes puedan verlo desde la comodidad de donde sea que me estén leyendo en este momento.
Por esta noche, eso es todo, me despido y les deseo lo mejor, que tengan dulces sueños y por cierto, los que leyeron mi estado sobre el sueño con mi cazadora, Batman y Gatúbela... bueno, lo único que me queda en la memoria desde esta mañana es que Jacinta Milagros había entrado a una especie de casa de espantos pero que al tomar un desvío las agresiones eran reales, consiguió escapar de una especie de banda sin fin con arena, huesos y androides plásticos que liberaban descargas eléctricas... (ahora que lo recuerdo, de hecho creo que Wolverine también estaba allí aunque no tengo ni idea de dónde salió), Jacinta, sin sus hermanos, se escabulló y se escondió donde mejor pudo para no ser vista. El único lugar que encontró fue una especie de oficina con dos de cuatro paredes de cristal con algo de esmerilado, pero desde la que debería ser la tercera pared, se alcanzaba a ver otra oficina con bastante gente en el interior que a veces volteaban en dirección a Jacinta Milagros, pero no prestaban atención por mucho tiempo debido a la habilidad especial de la cazadora de hacerse olvidar por la gente.
Creo recordar que Jac dijo algo como "¡Es suficiente!, necesitamos calmarnos y pensar..." La agresividad contra el Caballero de la Noche fue principalpente porque justo en ese momento se le ocurre entrar por la vidriera (rompiéndola claro está y causando chico alboroto) y llevarse a Jac, que no había tenido tiempo casi ni de respirar dos veces. Balacera, colgarse de cables, lo típico... Aterrizaron en una azotea ya lejos del escándalo y por su propio lado ya estaba allí Gatúbela. Sin mucha parsimonia, me echa en brazos de la felina (algo le dijo, pero no me acuerdo ya y ella también algo le respondió) el punto es que al parecer él se acercó para revisarla o algo y comentó algo sobre la suerte que había tenido de salir de allí de una pieza estando "desarmada" e "indefensa"... Ahí fue donde Jacinta Milagros se enchiló, agitó el brazo derecho haciendo surgir sus garras fantasmales y después de un gruñido, le tiró un buen zarpazo en el pecho al Hombre Murciélago... (caramba, casi recuerdo la sensación de las garras recorriendo un cierre o la textura de la tela), la cazadora cayó de los brazos de Gatúbela, terminó de transformar el resto de sí misma (ya saben: pelo gris, ambas garras, los ojos...) y se puso a lanzarle zarpazos a diestro y siniestro. Batman la esquivaba totalmente desconcertado y Gatúbela ahogó una risa diciendo algo como "Ah, I like this girl! Has attitude! Can I keep her?" (y sí, sus diálogos eran en inglés. Por lo que tengo entendido, soñar en otro idioma, quiere decir que sí lo estás aprendiendo o algo así)...
Ya no escuché la respuesta, porque en ese momento me desperté, pero la cara de Batman desde el primer zarpazo, fue genial y más cuando trataba de esquivarla.
Como digo, eso es lo más que recuerdo del sueño y preferí compartirlo aquí con ustedes antes de olvidarlo del todo. Ojalá lo hayan disfrutado tanto como yo y que tengan bonita noche. Mil besos y hasta la próxima.
 

viernes, 7 de marzo de 2014

"Las lágrimas se acaban" Capítulo completo.



Las lágrimas se acaban
¿Una niña pequeña? No. Lo siento. No recuerdo haber visto ninguna con esa descripción... ¿Ya preguntó en donde las monjas? Ellas suelen recibir casos como el que menciona, no hay otro por aquí aunque...En ése mismo, el orfanato de la calle M... se decía que ocurrían cosas extrañas. Cuentan los más enterados que el año que recién acabó murieron allí cinco niños de los cuneros en menos de un mes. Dicen también que, horas después del último deceso, vieron a un nutrido grupo de monjas de la institución afuera gritando algo sobre un demonio. Un único niño, varoncito, de unos once años, gritaba a todo pulmón sujetado por dos monjas, mientras las otras lanzaban agua bendita a la calle vacía.
            Sí, vacía. Yo no recuerdo haber oído que mencionaran haber  visto nadie en la calle... Corren los rumores de que lo que mataba a los bebés era un demonio, un fantasma o algo así. Después de lo que le acabo de contar, no volví a saber de ninguna otra cosa así. Lo juro por Diosito que me mira. Realmente debió ser alguna maldición o algo y las mismas monjas le pusieron fin y salvaron al resto de los niños... Lo curioso, dicen, es que las cinco criaturas que fallecieron estaban ya enfermitas o muy maltratadas. Pero de eso a morirse tantas en un mes... Nunca había pasado, hasta donde sé...
            Al día siguiente pasé por allí hacia la panadería y me encontré en el suelo un pequeño rosario hecho de hilo de colores reventado de un jalón. Oí un llanto y me asomé al jardín del orfanato, donde vi sentado a un niño. Debió ser el del que me habló la vecina, al que sujetaban las monjas. En cuanto se dio cuenta de que lo veía y vio el rosario, me lo pidió.     No me pude negar. Era muy amable y me lo agradeció mucho. Oiga ¿y si le pregunta a él? No creo que se niegue y, viviendo allí, seguro que le ayuda a encontrar a la niña que busca. Con tanto escuincle, luego las monjas no ubican a uno en particular... Creo que el pequeño ése que le digo se llama Rodrigo...
...
La noche cae sobre una zona apenas habitada, al pie de un sólido cerro, donde empieza el área de construcción de una unidad habitacional, todo lleno apenas de obra negra y alguna que otra pared a medio empezar.
            El aire está helado y, sin embargo se ve caminando entre las futuras casas a una niña pequeña sin suéter, blusa escolar delgada y blanca con una faldita tableada azul oscuro y unas sandalias negras sucias sobre unas tobilleras raídas y grises de polvo. El brazo derecho va colgando a su lado por el peso de una escayola que le cubre desde el codo y de donde apenas asoman las puntas de los deditos azules de frío. En el brazo bueno lleva un jarrón de barro grande, por la boca de éste asoman unos cabellos color castaño y los gorgoritos serios de un bebé. La niña los escucha con una expresión que mezcla sorpresa y gratitud.
            —No recuerdo haberte escuchado balbucear tanto nunca, Paco. Jamás. Me parecía que no sabías hacerlo... —mira a su alrededor, buscando en la oscuridad— ¿Dónde está Quique? No lo veo... ¡Quique, Quique, no te veo! ¿Dónde andas? ¡No te alejes!...
            Se escucha un aleteo por encima de la niña y luego le cae encima un suéter azul marino bastante dañado.
            — ¡Quique, no! ¡Póntelo, hace frío! —grita la niña.
            — ¡No! —grita una vocecita brava. Un niño más moreno sale de detrás de un montón de ladrillos: Lleva un taparrabo gris como única vestimenta y en la espalda le nacen unas alitas cubiertas de plumas grises de aspecto un tanto graso. En la mano lleva un largo trozo de cuerda ruda y áspera. Realmente no parece tener frío. Luce hosco.
            — ¡No es de que quieras! —dijo la niña con el suéter en la mano buena, con el jarrón entre la otra y su pecho, acercándose al pequeño paso a pasito, como si fuera a echarle una red encima.
            El niño lo prevé: agarra el mecate firmemente con la derecha y lo recorre con la izquierda. Saltan chispas eléctricas con el roce. Entorna los ojos amenazantes. Ella se detiene y suspira exasperada.
            — ¡Órale, haz lo que quieras! —resopla.
            El escuincle se lo toma literal y blande el mecate como látigo. La niña apenas y alcanza a soltar la prenda y apartarse antes de que sobre ésta caiga una descarga que incendia el suéter.
            La niña abre la boca para decir algo, pero se lo piensa mejor, el calorcito de la pequeña hoguera es agradable y reconfortante. Deja un momento el jarrón cerca del fuego y se aleja para regresar después de un instante con una escoba de popotillo rota, algunos costales de cemento vacíos y unos trozos de tablas para mantener las llamas encendidas.    Se sienta abrazada a sus rodillas con los pies cerca del fuego. Recupera poco a poco parte del color.
            La noche oscurece y enfría aún más. La pequeña, sin embargo, hacía rato que se había dejado caer sobre un costado y dormitaba exhausta. El jarrón estaba volcado y, acurrucado entre la niña y éste, había un bebé más pequeño que el del mecate. Estaba despierto chupándose el dedo, alerta de cualquier sonido. El otro, por su parte, alejado de los otros dos, revoloteaba torpemente, aun aprendiendo...
            Un par de luces blancas grandes, se acercan poco a poco. Se oyen voces femeninas: una de impecable articulación y acento español. La otra, todo lo contrario, que, además, habla en náhuatl por momentos. Discuten indescifrablemente. Callan al ver al extraño trío en semejante lugar.
            — ¡Virgen Santísima! —dice la letrada.
            — ¡Ah, chingá! —dice la no tanto.
            La pequeña se levanta de un salto, toma a su hermanito y sale del círculo de luz. Bufa como un gato enfadado.
            — Encantador angelito —murmura con sarcasmo la voz letrada. Al entrar en el círculo de luz de la hoguera, la luz difusa se aclara, revelando que se trata del fantasma de una mujer joven, guapa, delgada, vestida totalmente de blanco, muy elegante y antigua. La última moda de hace doscientos años entre la clase alta...
            — ¿Y q´sperabas? La chamaca ya la pasó bastante mal ´sta horita... —la otra también se revela con la luz del fuego: una Adelita vestida de blanco, sacada de plena independencia, nomás le faltaban las carrilleras, el fusil y el sombrero. Caderas anchas, pechos grades, regordeta y de aspecto dulce. Se acercó a donde había desaparecido la pequeña y se inclinó un poco extendiendo la mano—. Calmadita nénetl, no te vamos a hacer nada malo, ven, ándale. Yo soy de las buenas, me llamo Juana, soy cihuanteteo... Yo... ¡uau! —la niña le tiró un golpe con su yeso a la mano extendida atravesándola, bufó de nuevo y echó a correr.
            — ¡Quique, vamos! —gritó. El pequeño miró primero a su hermana, luego a las mujeres, se dio cuenta que eso eran y finalmente salió volando tras su hermana, espantado.
            — ¿Qué les pasa? No iba a hacerles daño... —susurró Juana con aspecto dolido.
            — Pues ya lo ves. Se comprueba lo que te vengo diciendo desde hace un siglo: todos están loquitos, sin remedio y sin excepción... Pero —agregó palmeando la espalda de su compañera— , el pequeñito no puede ir muy lejos sin su instrumento.
            Paquito había dejado su jarrón junto al fuego.
Un rato más tarde a la pequeña se le acabaron las fuerzas para seguir corriendo. Se encontraban al pie del cerro y allí encontraron una pequeña cueva formada por una gigantesca tubería de concreto quebrada hace mucho tiempo y en total desuso. Tenía grafitis de piso a techo y basura diversa cubría el fondo. No estaba tan bien como cerca de la fogata, pero ya qué...
            Ahora sí estaba exhausta y era muy tarde. Despejó de vidrios un pedazo de suelo y se desplomó dormida, abrazada de Paco.
            No pasó mucho rato, desgraciadamente, hasta que se vio bruscamente levantada por una mano fuerte y voz agresiva. Estaba tan cansada y había estado tan dormida que no entendió de principio todo lo que se decía:
            —... Mira nomás que güevos, méndiga zarrapastrosa, de venirte a meter en nuestro refugio de hoy...
            Eran un chico y una chica que le sacaban bastantes años. No había ni asomo de auténtica humanidad en ninguna de las miradas que se le clavaban encima...
            — Mira nomás... O lo que tenemos aquí es una cihuanteo muy chiquita, o un tlaloquito sin alas —dijo él.
            — Pos se me figura de algo... —murmuró ella. Pensó un segundo y luego, mientras la pequeña jalaba a los tlaloques a sus espaldas, la muchacha grande se acordó— : Ah, ya lo tengo, es de la que hablaban algunas otras damas blancas: nuestra nueva coleguilla...
            Su sonrisa era todo menos cálida, o amable ni tan siquiera un poquito amistosa.
            — Lo que nos faltaba: otra más pa´ partir las migajas... ¿Quién te manda vivir jodida?
            No hubo respuesta. La niñita estaba demasiado acostumbrada, desgraciadamente a maltratos y golpes como para saber que ellos no esperaban respuesta: hubiera sido lo que hubiera sido que ella hiciera o no, se desquitarían ahí y ahora. Era la ley del más fuerte, la ley de la selva de concreto.
            No se movió ni un centímetro, manteniendo a ambos tlaloques (Quique por acto reflejo se fue a guarecer también junto a Paco) a su espalda y entre sus brazos. De forma casi inaudita, a pesar de todo, no temblaba y se mantenía firme en su posición tan expuesta. Sabía por experiencia que en cuanto se aburrieran de sus silencio o de su aguante, se irían o les dejarían irse.
            Pero no fue así...
            — ¿No vas a atacar primero mugrosa? —dijo la chica, acercándose un poco— ¿No vas a transformarte? Sabemos lo que eres. Deja de comportarte como si aún fueras una persona... ¿No? —la niña no se movió. No entendía nada de nada y no iba a moverse, no iba a permitir que tocaran de nuevo a sus hermanitos, jamás.
            No pudo evitar tomar aire súbitamente al darse cuenta de que las dos personas que tenía delante cambiaban un poco y de manera súbita: los cabellos se volvieron grises y espectrales en él y levemente rojizos los de ella, al igual que los ojos, blancos en ella y amarillos en él, la piel se les puso, si cabe, más pálida y ahora la amenazaban con sus diestras, convertidas en espantosas garras transparentes y afiladas. Estaban bastante más que lo normalmente de locos y era obvio que eran peligrosos.
            — A mí me parece —silbó el chico—, que este pequeño adefesio necesita una iniciación y yo, necesito recuperar tono antes de mi próxima cacería...
            — Sí, vamos a divertirnos todos un rato —murmuró la otra— ¿Qué te parece? Una iniciación como debe ser, siempre requiere público.
            De alguna forma que la pequeña no alcanzó a distinguir, la chica se pasó atrás de ella y los tlaloques, le dio un feroz patadón en la cabeza y se lanzó sobre los tlaloques, que gritaron aterrados e intentaron huir, pero Quique fue sujeto por las alas y Paco por el cuello.
            Eso hizo explotar la sangre de la niña, pero no pudo hacer mucho, de nuevo se veía superada en fuerzas. El muchacho la azotó contra la pared de la cueva y ella perdió parte de la conciencia. Lo único que tenía claro en la cabeza, era que se la llevaban a rastras de la camisa, al exterior...
Tenía miedo... Su miserable vida había dado un giro completo en los últimos dos meses y todo para empeorar más: se había librado apenas de una bestia agresora y había ido a caer con muchas más... Seguro que esta vez sí moriría, sin lugar a dudas... ¿Sería posible que nunca nadie tuviera piedad, compasión, un resquicio de humanidad para dejarla ir, para ayudarla?
            La respuesta le llegó en forma de vuelo y aterrizaje doloroso en grava de construcción. Se incorporó a medias sobre los antebrazos de forma instintiva. Lanzó una rápida mirada alrededor. Estaba rodeada por un círculo que se cerraba a su alrededor: Por todas partes un buen puñado de otras criaturas como las que la habían arrastrado hasta allí.           La mayoría eran adolescentes y adultos muy jóvenes... Ninguno se veía en su sano juicio y eso la asustó más que la noche, más que su número, más que el lugar o del hecho de que no sabía de dónde o cómo habían llegado todos ellos hasta allí en tan poco tiempo...
            Un silbido cortó el aire: La joven que llevaba a sus hermanos llamó la atención de todos.
            — ¡Hola a todos, compañeros! —gritó. Todos lucían hoscos ante el saludo, pero la joven continuó—: Sé que no acostumbramos reunirnos para convivir, que grupos como el que tenemos presente sólo son posibles debido a la presencia de una Llorona y que no se trata de algo social, sino una abierta guerra por algo para llenarnos el buche... Y que al fin, cada quien vuelve a separarse para buscarle por donde puede una nueva presa para ver si ora sí comen o para comer más los que si se pusieron más vivos... Quiero detenerlos esta noche un momento más... Miren lo que cachamos por aquí...
            El chico que había arrastrado a la niña, se acercó de nuevo a ella y la levanté en el aire por los cabellos, haciéndola soltar un lastimero quejido.
            — Una cazadora nuevecita... —dijo entre dientes el chico.
            — Una más para partir las migajas... —dijo la chica.
            Nadie se movió, pero las miradas se volvieron aún más hostiles hacia la pequeña.
            — Propongo un poco de diversión para esta noche —dijo el chico a la concurrencia—, para ver las capacidades de la nueva niña, para enseñarle lo que es ser uno de nosotros... —le dirigió una mirada fría y le dijo a ella y solo a ella— ... Para que aprenda a quedarse muerta...
            Sin aviso de ninguna clase, la lanzó al aire y, cuando caía le volteó un revés que la envió un par de metros más allá. Su compañera por su parte, puso a los tlaloques en manos de los espectadores y se unió a su compañero.
            Era una escena brutal. No dejaban de atacar y, la niña caía sin levantarse, ellos se acercaban instándola a que se defendiera, a que diera espectáculo. De entre el cruel público, se escuchaban los berridos del pequeño Paco, tratando de soltarse, de ir a su hermana. Quique, en cambio, se había quedado inmóvil, en una especie de shock y había dejado caer el mecate con el susto. La hermana de ellos se levantaba otra vez... Sus ojos abiertos que lloraban y su boca seria no dejaban de expresar su eterna pregunta: "¿Yo que hice?". Su nariz sangraba, igual que varios cortes en sus mejillas y cejas. Su yeso estaba gris y agrietado ya... Dolía tanto...
            Otros dos se metieron en la masacre.
            — ¡Pelea, inútil!
            — ¡Cambia ya! ¡Si no, no es divertido!
            Paco se retorcía desesperado en aquél momento. Usaba sus únicos cuatro dientitos para morder e intentar que lo soltaran, pero no lo conseguía, por el contrario: llegó un momento en el que también le pegaron a él, haciéndolo llorar aún más. Ése sonido en particular fue lo único que hizo a la niña reaccionar un poco, haciéndola intentar llegar hasta los espectadores para rescatarlo... Pero eso hizo recrudecer la golpiza.
            Su inocente corazón, que a pesar de todo y con todo lo ya pasado, apenas empezaba a desarrollar una nueva sensación que le quemaba muchísimo: Empezaba a ODIAR, odiarlos a ellos, odiar a muerte...
            Pero ellos eran más y la pequeña empezaba a sentir más bien una rabia impotente: De nuevo se veía rebasada. De nuevo lo veía venir, la fuerza que poseía no era ni por asomo lo suficiente para hacer algo por sus hermanos...
            Los golpes sobre su persona eran salvajes, sin embargo casi no podía sentirlos ya. ¿Estaría muriéndose de nuevo? ¿Moriría de forma definitiva al fin?
            Pasaba de unos brazos a otros para ser sujetada aunque no hiciera falta, y ser golpeada por terceros, lanzada, pateada, insultada. Apenas reaccionando más por reflejo que en defensa propia.
            Oía a Paco gritar desesperado, era lo único que la mantenía más o menos de pie. No podía hacer más.
            Paquito la vio desaparecer entre el grupito agresor berreando todo lo fuerte que podía, sin entender por qué Quique se quedaba quieto ante todo eso, por qué los lastimaban. Ella era todo su mundo, la persona más cálida para él. Su primer recuerdo era su aroma, su calor, su voz. El último al morir su sombra sobre él, la presión de sus brazos, su imagen en el suelo...
            Al verla inmóvil gritó de nuevo con mayor fuerza que antes.
            Una sola palabra, una sola que expresaba lo que ella significaba para él, lo mucho que le importaba y quería, lo que ella era a sus ojos al menos. Su primera palabra repetida una y mil veces cada vez con mayor claridad y fuerza...
            Los demás cazadores se voltearon a verlo con cierta confusión.
            Entonces pasó:
            Un gruñido bajo y bestial se escuchó y un murmullo como el de la tormenta que se acerca, con su aroma a humedad pudo sentirse.
La niña se levantó despacio, con trabajos, irguiéndose en toda su pequeña altura, con el rostro hecho una lástima de mugre y sangre. El gruñido venía de ella y el murmullo del aire. El color en su cabello se degradó convirtiéndose en un gris oscuro al igual que el de sus ojos. Su única mano buena era acero fantasmal.
No más miedo hoy ni nunca más... No más... JAMÁS…
Los dos agresores principales estaban demasiado cerca para su gusto: Él de su persona y aquélla de sus hermanos.
            Él se confió y sonrió: por fin algo digno para jugar... Corrió hacia la niña y la "niña" gritó.
            Pero no fue miedo ya. Fue el sonido mortal del grito de una llorona o de su similar europea, la banshee. Con una frecuencia tan alta que todos los presentes temblaron sin poderlo controlar, desde la piel hasta sus respectivos resquicios de alma, exceptuando al muchacho, que se había quedado clavado en el sitio, recibiendo el grito de frente y directo.
            La niña se quedó poco a poco sin aire y el silencio reinó de nuevo de un modo aterrador.
            El único y mínimo sonido fue algo parecido a un pequeño globo reventándose dos veces. Luego el cazador cayó a escasos dos metros de la niña: Estaba muerto.
            Su compañera chilló. Él era lo único que le había importado, así que se lanzó al ataque como una arpía, con su garra en alto y cayó igual y encima de él, víctima de otro grito asesino. El resto observó inmóvil: Ninguno de los presentes era capaz de gritar como las Lloronas, aunque podían aguantar uno de sus gritos, pero el de ésa criaturita era más poderoso que el de aquéllas almas malditas con las que se alimentaban... Acababan de descubrir lo que había al otro lado de la cuerda y no les gustó. Ya no querían saber más.
            La niña pasó por encima de los dos cuerpos cual si fueran más grava del lugar y se fue directa a los que mantenían sujetos a Quique y a Paco, los cuales fueron liberados al segundo con sólo una mirada hosca. Al caer sobre el suelo, Quique fue a parar directo sobre su mecate, el cual sujetó por reflejo. Paco seguía hipando y suspirando de manera incontrolable. Fue como ver a una gorila con sus crías: sujetó a Quique de la muñeca libre y se lo cargó a la espalda, donde se mantuvo sujeto, y entre sus brazos a Paco que se le aferró con manos y piernas ocultando la cara en el hombro de su hermana, a la cual le salían lágrimas y más lágrimas de los ojos, aunque su rostro permanecía de piedra.
            Así cargada, se puso en pie y emprendió la marcha de nuevo a la cañería de piedra...
...
            Allí les esperaban Juana y Elena, las cihuanteteo. Frente a Juana, en el suelo, estaba el jarrón olvidado por Paco, el cual se apresuró a recuperar.
            Una vez recuperado un poco del susto, Quique se soltó de su hermana y, algo tardíamente, empezó a repartir relámpagos y truenos que externaban ese "algo" en su pecho que no entendía...
            La niña, por su parte, pasó entre ambos fantasmas cual exhalación sin dirigirles mirada o palabra. Su aspecto aún no regresaba a la normalidad. Dejó que se la tragara la oscuridad del fondo del tubo de concreto.
   Silencio.
            — ¿Muñequita? —murmuró Juana al poco rato de verla desaparecer. Sólo se oía su respiración. Un suspiro y una pequeña tos— ¡Ay, mi quimichine! —se lamentó a media voz la guerrillera, acercándose.
            Paco, emulando a su hermana, gruñó como bestezuela a la cihuanteteo que seguía acercándose a SU “mami”.
            Juana llegó hasta la niña, iluminándola con su blanquecina luz. Posó su etérea mano en la cabecita teñida de gris.
            La adrenalina de la pequeña empezaba a desaparecer, con lo cual el dolor regresó. Su brazo estaba partido de nuevo debajo del yeso ya cuarteado y deshilachado. Todo sumado a los nuevos golpes y heridas de cuerpo y mente.
            El contacto cálido del espíritu de Juana fue como agua cayendo sobre un castillo de arena. Empezó a temblar, se cubrió el rostro con ambas manos y rompió en sollozos que acompañaban por fin las lágrimas que desde mucho antes no paraban de surgir.
            — ¡Ay, mi chiquita! —Exclamó Juana, dolidísima, cayendo de rodillas a su lado— ¡Ay, angelito mío! —Juana la abrazó con el afecto tan natural de este tipo de fantasma abnegado.      Paco se enojó, pero, al querer saltar al interior de la cueva, fue retenido por un par de brazos apenas un poco más grandes que los suyos que le cubrieron la boca, le rodearon el torso y se lo llevaron.
            — Calmadito, que te conviene —dijo a su oído la dulce y traviesa voz de la dueña de aquellos brazos, justo antes de jalarlo hacia la oscuridad de la noche.
            Por otro lado, Quique, descargando truenos, se topó al pie de un árbol con un niño como él, pero cuya mirada y presencia eran de alguien mucho mayor. El mecate que aquél ser llevaba se veía más gastado.
            — ¿Te crees muy chingón, eh? —le dijo el "viejo", con una media sonrisa. Luego le hizo una seña con la mano llamándolo—. A ver, ¡muéstrame de qué estás hecho!
            Quique se lanzó al reto y, persiguiendo al otro tlaloque, desapareció también en la oscuridad.
...
            Cerca del amanecer, los tlaloques habían regresado: Paco acompañado de una linda tlaloque llamada Mai y Quique de su retador, llamado Quino, se quedaban lejos, muy aparte.
            La niña salió del refugio que había ocupado ya toda la noche: su cabello había vuelto a ser castaño y sus ojos color avellana. El brazo roto le temblaba, pero ya no lloraba. Ya no lo haría más desde esa noche.
            Paco se le acercó tímidamente  cargando con su enorme jarrón. Ella tendió los brazos hacia él de forma lánguida, sin sonreír, sin expresión alguna. El pequeñito sólo se refugió un instante en los brazos amados para separarse mostrando una linda sonrisa un tanto orgullosa.
            — Mi ‘a "mami" —¡Estaba hablando!— , mi ‘a lo que "apendí" a hace´ pa 'a ti...
            No sólo era hablar como si siempre lo hubiera hecho: su jarrón empezó a producir un gorgoteo, metió las manos y de allí sacó, cual masa, AGUA. Sin embargo, la niña sólo ladeó la cabeza mirándolo fijamente y entornó los labios cómo única reacción.
            Esa noche había obrado muchos cambios.
            Paco puso un poco del agua en una herida de su hermana y ésta empezó a cerrar con gran rapidez hasta convertirse en una pequeña cicatriz blanca en la piel de la niña. Animado por la prueba, el chiquitín puso agua en todas las demás heridas que veía.
            Ella, sumisamente, lo dejaba hacer y, al verlo batallar con lo que faltaba debajo de la camisa, se despojó de ella con la mano buena sin siquiera parpadear. El frío del amanecer no parecía afectarle ya, y lo que conocemos como pudor le era totalmente desconocido a esa niña de nadie.
            La única reacción de notar, fue al tocarle el turno al brazo roto, que el pequeño había dejado de último para ir tomando confianza de sus habilidades nuevas: Vertió el líquido (que parecía no agotarse nunca) directo sobre el hombro de su hermana, el cual se filtró entre la escayola y la piel y escurrió por donde asomaban los dedos. Paco tomó aire, pero dudó. La tlaloque Mai lo animó con un movimiento de cabeza, entonces él sopló con suavidad y el agua vertida se congeló. La niña guiñó un ojo y torció el gesto exhalando un poco, para luego apretar los dientes. El brazo tembló un poco más de forma involuntaria, pero, ni el frío, ni las astillas que producía el hielo en la herida contenida por el yeso, consiguieron sacarle ni una lágrima más a los ya secos ojos de la niña.
            El que sí parecía a punto de llorar era el pequeño curandero al recordar en cada herida a su respectivo perpetrador.
            Paco, con gran habilidad, retiró el hielo de los dedos y del codo.
            — No puedo quita´ el yeso, todavía ta´da´á en sana´... —murmuró tristemente. Su vocecita se quebró al continuar— : Todavía no soy tan bue... Tan... Tan b...
            Rompió en conmovedor y tierno llanto. Mai abrió la boca con una sonrisa enternecida, pero la niña la miró fija y seriamente, haciéndola olvidar hasta su razón de estar allí y luego, con suavidad, le posó la mano izquierda sobre la cabeza y le acarició con toda suavidad hasta que se calmó un poco.
            Paco alzó la vista, encontrándose con la de su hermana. Todavía hipando, sujetó la muñeca de su hermana entre sus manitas y la jaló hacia su rostro, para ahí ocultarlo. Era tan cálida como la recordaba. Mientras así fuera, le importaba poco su rostro o su aspecto. Lo que él amaba de ella era ese aroma, esa presencia, esa cálida seguridad que emanaba de su cuerpo. El resto le tenía sin cuidado.
            Suspiró aún lloroso, pero su expresión era tiernamente decidida al decir:
            —Ya ve´ás "mami", voy a ser ´el mejo ´sólo pa ‘a ti. Me toca... cuida ´te...
            La niña no replicó, simplemente lo acunó entre sus brazos y tarareó para él.
            Allí empezó todo lo demás… Juana y Helena tuvieron finalmente la oportunidad de presentarse: Resultaron ser las dos cihuanteteo encargadas de transformarlos en tlaloques. El problema había estado en que no habían contado con la aparición tan rápida de los rescatistas.
            — Perdóname, mi vida —murmuró Juana, llorosa— , ay, corazón… todo esto es culpa mía…
            Juana se confesó llorando. Lo necesitaba. La bondadosa guerrillera junto con Elena, había sentido lo que ocurría en la casa de los niños esa noche. La orden de los espíritus es no intervenir. Al caer los pequeños en agonía, ellas hicieron lo que todas sus compañeras hacen… Juana vio tan seguro el final de la historia que había convocado el alma de la niña, la había transformado y devuelto… Tonali, siempre caprichoso y loco, resultaba no haber escrito aún el final de la vida de la niña: los paramédicos, llamados por una vecina que había oído el alboroto, llegaron justo en el instante que el pequeño corazón se había detenido y lo hicieron funcionar otra vez…
            — En pocas palabras —dijo Elena, impasible—, tienes el alma de un tlaloque en tu cuerpo aún vivo… Pero siendo hembra y habiendo explotado al máximo tu instinto maternal de protección al grado de sacrificio, más el hecho de estar en ese momento al borde del límite de edad que te diferenciaba de “niña” a “pequeña adulta”, puede decirse que eres algo así como una pequeña cihuanteteo, una de las nuestras… pero también eres una de “ellos” —subrayó, refiriéndose a la bola de salvajes que la habían atacado recién—. Se llaman cazadores de Lloronas y son, básicamente niños que en su momento, como tú, tienen espíritu de tlaloque en un cuerpo vivo y cuyo trabajo es localizar y exterminar cuanta Llorona encuentren. Las Lloronas son lo contrario a nosotras, lo cual creo que ahora te resultará muy obvio, cariño: son las almas de mujeres con corazón tan negro que atentan contra aquél noble destino y naturaleza que toda hembra del mundo ha guardado desde siempre: la protección, educación y cariño de las crías de su especie… El alma de tu progenitora está manchada para siempre…Ahora que ha matado y muerto, su pecado le gustó y seguirá haciéndolo así como es ahora… Al menos hasta que un Cazador acabe con ella y su sombra de terror… Las Lloronas se comen completas las almas tiernas de los niños vivos. Nosotras sólo la parte más pesada del alma, regresando al cuerpo, para su transformación, el “hueso”, que es la parte más pura y ligera de ésta…eso es lo que da origen al tlaloque. Ahora esa es también parte de tu labor.
Quedaron explicadas todas las cosas raras ocurridas hasta ahora. El instinto de cazadora que empezaba a surgir en la pequeña, era lo que la había orillado a acercarse a los cuneros nada más llegar al orfanato y lo que la había hecho capaz de sentir lo cerca que estaban las pobres criaturas de su final. Incluso su voz había adquirido un matiz más maduro, dulce y especial en esos momentos, pero apenas ahora, forzada por las agresiones de esos otros cazadores, es que su naturaleza había terminado de emerger totalmente.
Conforme el sol empezaba a elevarse y calentar, los tres hermanos, las cihuanteteo y los otros dos tlaloques se fueron recorriendo al interior de la cueva, donde estaba fresco. La niña no había dormido mucho en un largo rato, así que no tardó en irse amodorrando durante la conversación con Juana y Elena hasta que finalmente se quedó dormida a mitad de un tema. Paquito se acercó a revisarla e iba a acurrucarse en sus brazos, cuando Quino y Mai los llamaron a él y a Quique.
— Aún les faltan cosas por aprender, niños —dijo Quino a Quique, quien hizo un mohín y salió hecho un tiro y lanzando algunas chispas al aire.
Paco por su parte se quedó entre su hermana dormida y Mai. Dudó un poco: Miraba a su hermana dormir y le apetecía imitarla, pero en la otra mano de la balanza estaba su sed de conocimiento, cosa que Mai prometía saciar. El niño miró el brazo enyesado de su hermana y acabó por tomar su enorme cántaro para ir con Mai, que le sonrió.
— Para ser tan chiquito, tienes muy claros tus objetivos ¿verdad? —dijo Mai al tomarlo de la mano para salir de ahí también—. No te preocupes, no nos alejaremos mucho de aquí… Te ayudaré a cumplir tu promesa, te voy a convertir en el mejor de todos los tlaloques…
—La niña que busca no está aquí, señor. No tenemos ninguna con las señas que dice. Conserve la calma. Es probable que la tengan en otra casa hogar o que… ¡Caramba, no tiene que usar ese tono! Si se le dice que no está aquí, es que no está y ya y haga como quiera… ¿Qué le dijo quién…? Ay, señor, sea realista: Los niños y niñas que nos llegan han pasado por muchas cosas, la mayoría harán y dirán lo que sea por llamar la atención e incluso por conseguir un hogar, hasta el centradito de Rodrigo… Echar nosotras, NOSOTRAS a una criatura a la calle, a su suerte… Eso sí que es una locura, una insensatez. Me parece que Rodrigo ha leído demasiadas historietas y cuentos de hadas. Habrá que corregir eso… Nosotras nunca le negaríamos cariño y protección a una criatura en las condiciones que dice, eso se lo juro por Dios que me mira...
Y aquí termina la historia de la vida de Jacinta y empieza el camino del cazador por su presa…